Respuesta a artículo de Gutiérrez y un análisis del golpe en pespectiva clasista


Tropiezos de un demócrata anarquista

Tras el golpe de Estado ocurrido en Honduras hace unos días, rastreando la red encontramos nada más que un manifiesto con pretensiones revolucionarias. Se trata del artículo “¿El regreso de los gorilas o la táctica del desgaste?”, firmado por José Gutiérrez Danton, y que circula en diversos medios virtuales. Dicho texto contiene afirmaciones que ameritan una respuesta. Aquí intentaremos develar el sentido de lo que sucede en Tegucigalpa – aunque la información disponible deja mucho que desear - , y también el sentido de lo que afirma Gutiérrez Danton. Si esta clarificación tiene un tono polémico, no se debe a nuestro amor por la controversia, sino porque Gutiérrez Danton hace unas declaraciones escandalosamente confusas, y era imposible responderlas de una forma más suave que ésta.

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“El esfuerzo actual de nuestro partido en su difícil tarea es el de liberarse para siempre del empuje traidor que parecía emanar de hombres ilustres, y de la función despreciable de fabricar, para alcanzar sus objetivos y sus victorias, una estúpida notoriedad y publicidad para otros nombres personales”. – Il Programma Comunista, Tesis de Milán, 1966

En Honduras, como en todas partes del mundo, la clase dominante está dividida en fracciones rivales. A estas fracciones de la burguesía José Gutiérrez las puede llamar como quiera: “oligarquía cavernaria”, “reformistas liberales”, etc. Pero lo que son materialmente es eso: fracciones de la burguesía compitiendo por imponer cada cual su propia modalidad de capitalismo. Para la clase trabajadora los matices entre un capitalismo “neandertal” y uno “reformista” pueden significar algunas ventajas o desventajas parciales, inmediatas, pero nada más que eso: en un caso o en otro, seguiremos siendo la clase explotada por la clase capitalista.

En términos generales, la división de la burguesía en fracciones opuestas refleja el funcionamiento mismo de esta sociedad a un nivel elemental: es la competencia entre las diversas unidades empresariales lo que le da sentido al sistema empresarial como un todo; es la rivalidad entre intereses separados lo que fundamenta la relación social capitalista. En términos históricos, el hecho de que la burguesía esté dividida en fracciones rivales no representa ninguna “oportunidad” para la clase trabajadora. Muy por el contrario, la lucha entre fracciones burguesas es lo que ha permitido a la burguesía en su conjunto mantener su dominio sobre el proletariado. José Gutiérrez ve en esto una “paradoja”, cuando no es más que el mecanismo más básico del funcionamiento de este mundo: así como la competencia entre empresas recrea continuamente las condiciones para que la burguesía en su conjunto someta económicamente al proletariado, la rivalidad entre bandos burgueses le permite a la burguesía recrear continuamente su control político sobre el mismo.

No son las crisis políticas originadas en pugnas inter-burguesas lo que lleva al proletariado a reconocer sus propios intereses de clase y a luchar por ellos. Es el desarrollo del proletariado como fuerza social lo que en determinados momentos obliga a las fracciones burguesas a definirse y a entrar en pugnas abiertas, disputándose el dominio de una situación inestable. Es precisamente en esos momentos que la competencia inter-burguesa se revela como lo que realmente es: una lucha por someter al proletariado bajo las condiciones más favorables posibles a una u otra modalidad de explotación.

Esto es lo que estaba en juego cuando las potencias imperialistas se hicieron la guerra entre 1914 y 1945, cuando la izquierda ayudó a aplastar la revolución social en el mismo período, cuando la derecha militarizada desplazó del poder a la socialdemocracia latinoamericana en los 60-70, y cuando el Partido Nacional hondureño sacó a Zelaya del gobierno hace unos días. En cada una de estas ocasiones, las maniobras políticas y militares han tenido que ser respaldadas por un formidable despliegue de propaganda burguesa, que apunta invariablemente en una misma dirección: convencer a los explotados de que, como siempre, deben relegar a un segundo plano sus propios intereses de clase para apoyar a uno de los bandos burgueses en conflicto. A partir de los años 30, la izquierda mundial – socialdemócratas, trotskistas, estalinistas, anarquistas – convenció al proletariado de abandonar la lucha por el comunismo para luchar en cambio por el restablecimiento del capitalismo democrático, contra el fascismo. La implantación de regímenes militares en América Latina en los años 60 y 70 tuvo el mismo sentido: cuando los explotados avanzaban a través de su lucha hacia el reconocimiento de sus propios intereses de clase, la burguesía desdoblada en un ala izquierda y una derecha logró de nuevo ponerlos entre la espada y la pared: “¿dictadura o democracia?” Hoy día, cuando las necesidades de expansión capitalista imponen al proletariado unas durísimas condiciones de supervivencia, imponiéndole así la necesidad de luchar por sus intereses de clase… la estrategia de la burguesía sigue siendo exactamente la misma.

“Dejad para después vuestros propios intereses e id a luchar por Alemania”, nos decían los socialistas germanos en 1914. “Ya vendrá la hora de ir por la revolución social, ahora luchad por la república española”, nos decían los ministros anarquistas en 1936. “Sí, haremos el comunismo, pero sólo después de barrer a los fascistas y recuperar la democracia”, nos decía Trotsky por la misma época. “Sí, sí, algún día alcanzaremos el socialismo, pero primero echemos a Pinochet uniéndonos a todos los demócratas”, nos decían los izquierdistas chilenos en 1986. “Pongámonos de manera inequívoca del lado de las fuerzas que se oponen al Golpe”, nos dice Gutiérrez Danton ahora, cuando la vieja estrategia burguesa encuentra su campo de aplicación en Honduras.

Fingiendo comprender el papel de Obama y de la “comunidad internacional” - es decir de la OEA, de los estados venezolano y cubano, de la democracia internacional - Gutiérrez nos asegura que “aún cuando lo que convoque a los manifestantes sea poco más que la defensa de Zelaya, y con él, la defensa de un proyecto de reformas bastante tibio”, no obstante tenemos que sumarnos a esa defensa de la burguesía progresista, pues sólo así aprenderemos a luchar y a construir nuestro proyecto (sic). “Toda movilización encierra la posibilidad de radicalización de las masas”, nos dice G.D. Eso es mentira. La “movilización” por sí misma no garantiza nada, pues lo que importa es su contenido social y su finalidad. Por supuesto que hay acciones colectivas que expresan la lucha de los proletarios en defensa de sus verdaderos intereses de clase, pero difícilmente tales acciones entran en la categoría de “movilización” de la que habla Gutiérrez Danton. Este término tiene una clara connotación militar, y esa es la razón de que se lo emplee habitualmente en el lenguaje de la política: más que “movilizarse”, las masas “son movilizadas” en función de intereses por los que no actuarían espontáneamente por iniciativa propia. No tiene sentido, por ejemplo, decir que miles de alemanes se “movilizaron espontáneamente” para homenajear a Hitler en 1938, pues sabemos que esa “espontaneidad” estaba mediada por la reciente aniquilación del movimiento revolucionario y por la propaganda nazi, y que en última instancia esos explotados alemanes fueron “movilizados” tras unos objetivos que sólo podían hundirlos en la ruina. Ahora, que cientos o miles de explotados hondureños se concentren frente al palacio de gobierno en Tegucigalpa para exigir el regreso de Zelaya, no nos dice mucho sobre el contenido de su acción, aparte del hecho muy probable de que esos explotados espontáneamente se han dejado movilizar en defensa de sus explotadores. Por otra parte, si en Honduras llega a haber signos claros de que el proletariado está luchando por sus propios intereses de clase – es decir, contra Zelaya y el Partido Unificación Democrática, tanto como contra los militares y el Partido Nacional - , entonces no tendrá sentido emplear el lenguaje miserable del izquierdismo burgués, y en lugar de “movilización” habrá que hablar simplemente de “revuelta”, de “insurrección”, de “lucha de clases”.

Habiendo despejado este punto, queda por aclarar que no toda acción colectiva permite a las masas explotadas reconocer mejor sus propios intereses de clase, su propia fuerza revolucionaria, sus propias posibilidades históricas. Menos aún unas acciones que apuntan primordialmente a desafiar a la fracción “oligárquica”, “testaruda” y “retrógrada” de la burguesía, dejando en cambio la vía libre para que vuelva a consolidarse el poder de la fracción “democrática”, “reformista” y “liberal”. Tal “movilización”, cuya fuerza no emana del propio ser de los proletarios, de sus necesidades vitales en tanto clase explotada, sino que responde a un estímulo externo, a la “necesidad” de apoyar a uno u otro bando burgués… tal movilización no enseña a los trabajadores a luchar por y para sí mismos, sino a servir como masa de maniobra para beneficio de sus explotadores. Tampoco les da herramientas para construir su proyecto, sino que diluye su proyecto en el confusionismo democrático, en las maniobras políticas en que están condenados a actuar como “extras” de un drama que no les pertenece ni puede favorecerles. Una “movilización” de los explotados planteada en esos términos, en el mejor de los casos puede servir como lección negativa, para saber lo que no hay que hacer… ¡como si no tuviéramos experiencias de sobra en este sentido! (quizás Gutiérrez Danton quiera vernos experimentar una vez más esa dura lección). Aparte de esto, tal “movilización” servirá sin duda para garantizar el triunfo de “las fuerzas que se oponen al golpe”, un campo bastante ambiguo y heterogéneo como hemos visto, que incluye al secretario general de la ONU, a la OEA, a Chávez, a Castro, y a los explotados de Honduras unidos en defensa del capitalismo zelayiano (¿qué otra cosa si no es “el pueblo hondureño”?).

Para colmo de males, Gutiérrez Danton supone que si este amplio frente unido logra derrotar a la oligarquía y a los militares, habrá mejores posibilidades para que la crisis en Honduras se resuelva en un “desborde por la izquierda”. Nadie ha podido explicar qué significa esto exactamente, pero ni hace falta. Se le llame Frente Popular, Asamblea Constituyente, Unidad Popular, Frente de Resistencia Popular… o como se le llame, ningún “desborde por la izquierda” ha acercado jamás a los explotados a su emancipación. Es al revés: tal desplazamiento hacia la izquierda en el terreno de la política ha sido, en cada período de crisis, la última barrera levantada por la burguesía para contener al proletariado.

Frente a una crisis, el “desborde por la izquierda” y el “desborde por la derecha” no representan polos opuestos, sino diversos grados de una misma estrategia de dominio burgués: cuando una táctica falla, se impone la otra. De hecho, la transición entre ambas no ha sido siempre violenta en el sentido más obvio. Más a menudo tales cambios han ido acompañados de una violencia simbólica ejercida en la esfera del poder, y de una violencia efectiva y brutal dirigida contra los proletarios en revuelta. Hitler y Mussolini llegaron a gobernar por la vía legal. El franquismo remató a los obreros españoles cuando éstos ya habían sido aplastados por la República. Los militares chilenos fueron llevados al gobierno por la UP con apoyo de su central sindical (CUT). La izquierdización política de la lucha proletaria ha sido invariablemente la antesala de su represión más sangrienta, pero tal evolución no es siempre perseguida por la burguesía como un fin en sí mismo, sino que se le impone por la fuerza de las circunstancias. Nunca hubo una época “en que una dictadura militar podía aceptarse sin complicaciones”, como sueña Gutiérrez Danton. Hubo una época en que a la burguesía no le quedó otra alternativa, y tanto su fracción de derecha como la de izquierda tuvieron que aceptarlo con grandes complicaciones mutuas. No es que hoy Estados Unidos prefiera “guardar las apariencias democráticas” evitando los atajos golpistas. Lo que la burguesía mundial prefiere es seguir golpeando a la clase trabajadora de forma democrática, desplegando en todos los frentes una contrarrevolución preventiva mucho más estable, eficaz y menos riesgosa que la represión abierta. Si la llamada “comunidad internacional” ha reaccionado favorablemente al partido de Zelaya, no es porque una dictadura militar sea insostenible en el largo plazo, como afirma nuestro anarquista. La finalidad de las diversas modalidades de dominio burgués no es durar, sino dar buenos resultados. El problema para la burguesía mundial es que hoy día una dictadura militar en Honduras no puede garantizar que se mantenga controlados a los proletarios de ese país, y por consiguiente que el capital se desarrolle allí sin contratiempos. Zelaya, con sus reformas y su Asamblea Constituyente, sí puede hacerlo, tal como lo han venido haciendo el clan Castro en Cuba, Chávez en Venezuela y Morales en Bolivia. La burguesía mundial quiere un “desborde por la izquierda” en Honduras, por las mismas razones que quiso ese desborde en Bolivia y Venezuela: porque sabe que sólo su fracción izquierdista está en condiciones de asegurar la continuidad del capitalismo en esos países. Mientras el izquierdismo sea capaz de seguir cumpliendo esa función, la burguesía mundial será benevolente con él, aún cuando eso signifique sacrificar los intereses de una u otra fracción burguesa conservadora. Si hoy la “comunidad internacional” ha apoyado a Zelaya contra los golpistas, esto se debe simplemente a que el golpe vino a interrumpir prematuramente una estrategia de dominación que promete buenos resultados.

Estas simples verdades son lo mínimo que había que decir sobre los recientes acontecimientos en Honduras, para poder entender algo, por poco que fuera. Sólo a partir de esta base tiene algún sentido analizar lo que ha pasado y lo que va a pasar en adelante. Dado que en estos pocos días casi toda la información sobre los hechos de Honduras corresponde a versiones de la prensa burguesa, queda pendiente hacer un análisis de clase exhaustivo de lo que allí está pasando. ¿Han ocurrido desbordes proletarios por encima de la miserable escenografía política burguesa? ¿Se han aprovechado los explotados del desorden reinante para hacer valer sus intereses materiales, desoyendo los llamados a la “movilización cívica” proferidos por el ciudadanismo? ¿Existen en Honduras agrupamientos radicales que estén tratando de denunciar las manipulaciones del democratismo burgués? Es demasiado pronto para asegurar nada. Por ahora, intentando averiguar qué sucede en realidad, nos hemos topado con un lastimero panfleto izquierdista que nos llama a unir fuerzas con la burguesía progre. Hemos tratado de exponer brevemente nuestra perspectiva de clase, pues sabemos que sólo desde esta perspectiva se puede captar la vacuidad e insignificancia de esas elucubraciones sobre el “gorilismo” y su “estrategia de desgaste”, sobre “frustrar los planes de la oligarquía” para que “las masas impulsen el proceso hacia la izquierda”… SI esta absurda palabrería firmada por un anarquista tiene sentido para los demás anarquistas, peor para ellos. Porque este tipo de discursos sólo les alejarán cada vez más del proletariado en lucha, para hundirlos en el pantano de la ideología dominante.


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